¡Llegaron, llegaron! Hay niños que corren gritando detrás de las conocidas mulas que están esperando desde horas. Saben que unos forasteros van a regalarles algo para estudiar. Dos de nuestros voluntarios (Norelia y Anirvana) —después de cuatro horas en carro y mula, cansados pero felices— acaban de llegar a ese lugar recóndito, en el municipio de El Carmen de Viboral, donde se accede solo caminando o en bestia.
Son kits escolares que esos chicos necesitan para tener una educación casi digna, en varios corregimientos de esas montañas: La Represa, Mirasol y San José, entre otras, ya que los cuadernos son quizá lo más blanco y limpio que pueden tener.
Durante el largo camino, se encuentran casitas bajas, humildes, a veces muy deterioradas o abandonadas, que —como tristes rostros de la invisible guerra de la pobreza y de la negligencia por parte del Estado y de todos nosotros— vuelven invisibles esos lugares lejanos de una hermosa belleza decorada de cascadas con caídas espectaculares, niños con botas, pobres pero felices, entretenidos por el canto alegre de incontables aves, y rodeados de delgados y hambrientos perros de razas indefinibles.
Inspirados y acompañados por Amor y Servicio, llegamos para entregar una gota de esperanza en forma de cuadernos, lápices y otros elementos necesarios para la educación de esos niños felices en botas. Su educación —que profesores-guerreros les llevan desplazándose en mulas o caminando siempre y cuando el invierno así lo permita— es un conocimiento básico y una chispa del mundo ‘civilizado’ que raramente conocen.
Ya como una tradición de algunos años, visitamos esos lugares dos o tres veces al año para reencontrar a esos niños con quiénes tomamos fotos para mostrar al mundo y a nuestros benefactores para que sepan que su ayuda contribuirá a mejorar la educación de esos chicos o, simplemente, cuando son regalos de navidad, para robarles una sonrisa llena de alegría.
Somos conscientes que nuestra labor es como una gota en un desierto de necesidad, y que en realidad es poca cosa. Sin embargo, para esos niños, los kits escolares significan tener la misma excitación de millones de otros niños que los tienen sin esfuerzo, dándoles además la alegría de mostrar con orgullo sus cuadernos blancos y llenos de colores —una gota de educación y dignidad— que, entre abismos, ríos, rocas y selva virgen, unos idealistas y visionarios llevaron a esos felices niños en botas…
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