Aunque en sociedad eres llamado un adulto mayor, ¿Te consideras un viejo o una vieja?
Si andas solo o sola, es porque o no te casaste o porque ahora tus hijos vuelan solos.
Tu cuerpo. Aunque tu actitud frente a cómo te ves y consideras, no puedes negar que tu cuerpo ya no funciona como antes. Además, porque tus ojos no te ayudan, tus pasos son ahora inseguros y tu aspecto es más frágil que antes. Tal vez la pereza logra vencerte y así no haces ejercicio y no comes saludable, y así has acumulado más peso de lo que deberías. Pero, eso es tu aspecto externo.
Tu mente. Aunque eso no pasa siempre y depende de cómo te has cuidado y preparado para esta fase de la vida que sabes que ha llegado, puede ser que tu mente es aún más aguda y brillante que antes. Pero, también puede pasar que ya sientes una falta de memoria, una leve confusión y miedo o preocupación por el futuro.
Una vida normal. Probablemente has tenido y tienes una vida normal. Te casaste, tuviste hijos que educaste y les diste un hogar, todo lo que necesitaban y te sacrificaste por y para ellos. La casa estuvo llena de bulla, peleas, llantos, alegría y actividades que te daban tranquilidad y te mantenían contento de haber hecho tu deber.
Vejez en tu casa. Pero los hijos crecieron y se fueron, y ahora, si tienes suerte, te encuentras con tu vieja pareja al lado… sin embargo, te sientes solo. Tal vez estás enfermo y, porque sientes un vacío en ti y solo en tu mundo interior, con esa soledad sin nadie alrededor, te haces preguntas si la vida es todo eso, y si esa vida que viviste valió la pena ser vivida de esa manera.
Vejez en un hogar de ancianos. Puede pasar que tus hijos, muy ocupados o ya cansados de cuidarte, te ‘parquearon’ en un hogar de ancianos. De repente, perdiste la libertad que habías siempre tenido en tu casa, y ahora debes seguir una rutina, comer en los horarios establecidos, socializar con otros, los que nunca habrías hecho entrar en tu casa, participar en actividades de ‘recreación’ que solo te estresan, lidiar con el personal del hogar que —cuando tienes suerte— te tratan con la gentileza y la comprensión que se usa con un niño idiota y, más que todo, perdiste el control de tu vida. Ya no tienes el dominio de tus acciones, de poderte expresar como quisieras, de ser tú mismo.
Según los estándares de esta sociedad actual, ya eres un ‘viejo’. Pero, ¿Qué tipo de viejo eres?
Vivir en soledad. Esa falta de control, de autonomía, esa imposición a deber vivir una vida que no quieres, esa sensación de sentirte atrapado, puede empujarte hacia una soledad negativa, hacia una soledad que —como un veneno— te vuelve estático, rígido y te prepara a una muerte triste y desconsolada.
Ya nadie te pide integrarte en algo nuevo, ser miembro de una comunidad, regalar tu tiempo en algo donde puedes contribuir, nadie te capacita o da herramientas para sentirte vivo todavía, útil, importante, un ser humano que todavía vale y que tiene control sobre su vida.
Puedes mirar tu condición negativamente, o con la gratitud de haber cumplido. Es cierto, hay habitaciones vacías en la casa y mucho silencio; al mismo tiempo no hay gritos, peleas o discusiones. Puedes ampliar tu sensación de soledad o, ahora que estás en otoño o invierno de tu vida, tienes más tiempo para dedicarte a tu pareja, o —y sería lo mejor— aprovechar ese tiempo para ir más en lo profundo y dedicarte a tu crecimiento espiritual.
¿Viejo o sabio? Es cierto y, tal como todos, has envejecido físicamente, pero eso no significa que has envejecido mentalmente. Algunas personas mayores, debido a circunstancias o elección, se aíslan y se vuelven solos, negativos, más rígidos, sea física o mentalmente, sin haber contribuido al mundo, solo viviendo en él, pero sin pertenecerle. Otros, tal como el vino que envejece con el paso de los años, utilizan lo aprendido para ayudar a los demás con su conocimiento, comprensión de la vida y se vuelven sabios. ¿Y tú qué? ¿Has ‘entendido’? ¿Has contribuido o dejado una huella profunda para el mundo? ¿Más que un viejo, te has transformado en un sabio? ¿Te volviste un instrumento o herramienta de Dios?
Estás todavía a tiempo. Cualquiera que sea tu edad, y aunque tu cuerpo ya no te sigue como antes, nadie puede bloquear tu mente ni evitarle pensar en Dios. Solo confía en Él, entrégate, porque todo lo que acontece es y será siempre lo mejor para ti.
Lo que acabas de leer es solo una pequeña parte de qué es la soledad. En la página principal dedicada a este tema podrás comprender mejor cómo entenderla y vencerla, y a su vez cómo usarla a tu favor y disfrutarla.
Lee el próximo artículo de esta serie: 2.1. La Soledad Hoy y su Estigma Social
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